El coronavirus Covid-19 , una expansión exponencial de contagio que consiste en que todos , sin excepción , podemos ser tanto sus agentes transmisores , como sus receptores. Una pandemia que reúne y separa a todo el pueblo en su refugio particular ; el piso no es solo un dormitorio , sino un fortín , un BUNKER .
Esta palabra , de resonancias hitlerianas , procede del inglés y servía para denominar la carbonera de un barco , el lugar donde se almacenaba ese combustible ..
A pesar de la histeria desatada , este virus es menos letal que el de la gripe estacional . Hay números al respecto , pero entrar en ello exigiría oportunas matizaciones . Este acoso vírico pone a prueba el sistema sanitario y evidencia a los políticos por los recortes en la salud pública efectuados en los últimos años .
Un ritmo incontenible de hospìtalizaciones que está colapsando las clínicas y rebasando su muy limitada capacidad para la necesaria ventilación mecánica de los afectados.
Estamos ante una realidad amarga que hay que combatir con decisión e inteligencia , sin ideología y con un afecto seguro por los demás , en especial por los más debiles y desprotegidos . El golpe es desolador , la hecatombe de paralizar un país en todos los órdenes va mucho más lejos de unas cifras macroeconómicas .
Una ola de pánico nos ocupa , el miedo se contagia también como un virus . Urge romper la cadena de transmisión . Mientras , estamos abocados a un cambio drástico de rutinas , que dejará huellas . Hay un severo trauma que habrá que encarar con realismo .
Saldremos del BÚNKER un día de estos , con los deberes hechos y juntos en la misma nave